DEL PAPIRO A LA BOBINA DE PAPEL
Para fijar la escritura, a lo largo de la historia se han utilizado diferentes soportes: tablillas de cera, piedras, papiro, pergamino, papel… y diversos instrumentos de escritura, adaptados a las características de cada soporte, para cortar o escribir. Cada soporte tenía su interés. Para fijar leyes se esculpían en piedra. Para hacer deberes se cree que los alumnos romanos utilizaban tablas de cera que después se podían borrar. Pero sin lugar a dudas fue el papel el que más triunfó.
El antecedente directo del papel es el papiro (Cyperus papyrus), una planta semi-acuática que en la antigüedad invadía las riberas del Nilo. Los faraones tenían el monopolio de la fabricación de papiro que se basaba en mojar las delgadas y planas hojas de papiro, disponerlas en horizontal y en vertical y secarlas y prensarlas varias veces.
Fue en China donde se cree que, con el objetivo de mejorar el presente, se inventó el papel a base de mezclar y prensar diferentes celulosas y telas. En concreto, la invención del papel se atribuye al eunuco Cai Lun, consejero del emperador He de la dinastía Han Oriental, en el s. II dC. Su invento consistió en picar en un mortero la mezcla perfecta de diferentes plantas y trapos textiles, consiguiendo una pasta que posteriormente era prensada y secada.
En occidente aún tardó en llegar, ya que en China se mantuvo en secreto y el papiro egipcio se sustituyó por el pergamino, pieles de animales estiradas. Durante seiscientos años los emperadores en China pudieron mantener oculto el invento del papel, hasta que un monje coreano se lo llevó a Japón. La locura desatada por este producto llega hasta hoy, donde se sigue vendiendo washi, el papel hecho a mano, en papelerías de visita obligada, si uno tiene la suerte de caer por ese país. El washi es un papel hecho a mano con fibras de bambú, cáñamo, arroz u otras plantas. En 2014, la UNESCO designó la elaboración tradicional del washi japonés como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Unos ciento cincuenta años más tarde una expedición china fue capturada por árabes extendiendose el secreto por Asia Central. Los árabes lo fueron llevando a occidente a donde llegó por Al-Andalus. El Misal de Silos, del año 1000, es el manuscrito europeo escrito en papel más antiguo conocido. Sabemos de la existencia de una fábrica de papel en Xàtiva en el siglo XI. La primera de Europa. Desde la corona aragonesa se extendió a Castilla, Italia, Francia y el resto de Europa. La invención de la imprenta en Alemania hizo el resto. Los principales fabricantes en Europa de pulpa de papel son fundamentalmente países escandinavos. Y no fue hasta el siglo XIX cuando empezó a fabricarse la bobina de papel.
El papel lo definiríamos como una delgada lámina elaborada a partir de pulpa de celulosa, preparada con una pasta de fibras vegetales muchas y suspendidas en agua, que se blanquea, seca y endurece. El papel offset también conocido como el de folio, es muy poroso y apenas refleja por lo que es muy utilizado tanto en su versión blanca como ahuesada o blanco roto, para hacer libros. El folio tiene un grosor de 70 a 120 grs. A mayor gramaje se lo conoce como cartulina. El papel couché o estucado lleva una pasta similar al estuco de las paredes, hecha de carbonato de calcio, caolín, látex y otros aditivos. Este papel, no tan absorbente, puede ser satinado y por tanto ideal para la impresión de imágenes, o brillante si se pule.
Actualmente, al papel se le añade de todo, creando hasta 500 variedades en función del material, capas o relieves variados. Un papel reconocido por su calidad sería el Conqueror verjurado, que intenta emular el papel hecho a mano. Hoy en día también se añaden sustancias como polipropileno o polietileno, plásticos reciclables, para realizar otros papeles especiales, como el Pretex o el Tyvek, más resistentes al agua y el rasgado como los dorsales de las carreras populares, que, por ejemplo, deben soportar agua y sudor. Los catálogos de papel ocupan un buen espacio en nuestra imprenta.
En Cataluña todavía se hace papel a mano en Capellades. En el molino museo papelero de Capellades elaboran papeles personalizados, e incluso papeles con semillas que germinan una vez enterradas.
El Museu Molí de Capellades es de visita obligada si queremos ver cómo se hacía antiguamente el papel.
Se considera al inglés John Dickinson como el inventor de la bobina de papel. John Dickinson también fue famoso por inventar un papel nuevo para envolver los cartuchos de pólvora de los cañones, que no se prendía con facilidad, reduciendo el riesgo de explosión. Diseñó su propia maquinaria para hacer el papel en bobina en 1809. La patentó y buscó financiación en una editorial creando Longman & Dickinson una papelera que siglos después todavía funciona.
El éxito del papel està en ser un producto natural y biodegradable. Siempre han intentado sustituirlo por plástico, ya sea en packaging o en forma de tablets. Pero el papel siempre vuelve. El descubrimiento de Oliver Long que enganchando un papel ondulado a un liso se podían hacer cajas ligeras y resistentes fue toda una revolución. Incluso hoy en día la tecnología aplicada al papel ondulado no deja de sorprendernos con productos innovadores como papel de cartón capaz de soportar más de 2000 kilogramos.
La industria papelera fue injustamente vilipendiada al atribuírsele la deforestación del planeta (agricultura y madera siguen siendo hoy en día los mayores responsables de la desaparición de bosques) y fue la primera que tuvo que velar por su imagen y el medio ambiente. Gracias a esto hoy en día el papel comienza a verse como la solución al gran problema del plástico desechable. El papel es biodegradable, y si nos aseguramos que su origen procede de bosques gestionados y certificados ecológicamente, para proteger su biodiversidad, no sólo ayudamos a reforestar, sino que también ayudamos a proteger a los bosques al hacerlos más rentables. Europa y Asia están consiguiendo aumentar su masa forestal gracias a la gestión de bosques y certificados medioambientales. El resto de los continentes disminuyen poco a poco su ritmo de deforestación. En África y América del Sur queda mucho por hacer pero el ritmo de deforestación se va ralentizando. Internet, que debía terminar con el papel, ha significado la decadencia del catálogo, del folleto y ciertamente el fin del fax. Pero también ha supuesto una revolución del embalaje gracias al transporte de mercancías. Incluso el papel para hacer libros va a más pese al libro digital, que no acaba de convencer. Pese a los estigmas, el papel goza de buena salud como auguran las perspectivas de crecimiento de los próximos diez años, que según la SEPI (países productores de pulpa de papel) siguen en el 2,5% anual. Al menos más salud que la de los plásticos procedentes de la quema de combustibles fósiles.